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En la mitología griega, Circe (Κίρκη / Kírkē) es una hechicera que habita en la isla de Eea.[2]
Sus padres fueron Helios, el titán preolímpico dios del Sol, y la oceánide Perseis. Como hermanos, tuvo a Perses, Eetes y Pasífae.
Mediante el empleo de pociones mágicas Circe hacía que sus enemigos olvidaran su hogar y con una varita transformaba en animales a los que la ofendían (Odisea, Canto X, 229), y era famosa por sus conocimientos de brujería, herboristería y medicina.
En la Odisea el palacio de Circe es descrito como una mansión de piedra que se alzaba en el centro de la isla de Eea, en medio de un valle y en un claro de un denso bosque. Alrededor del palacio rondaban leones y lobos, que en realidad no eran más que las víctimas de su magia: no eran peligrosos y adulaban a todos los extraños. Circe dedicaba su tiempo a trabajar en un gran telar.[3]
Cuando llegó a la isla de Eea, Odiseo mandó desembarcar a la mitad de la tripulación y él se quedó en las naves con el resto. Circe invitó a los marinos a un banquete, hechizó la comida con una de sus pociones y luego, cuando se hubieron atiborrado, empleó su vara o cayado mágico para transformarlos en cerdos. Solo logró escapar el ebrio Euríloco, que desde el principio sospechaba una traición, y que avisó a Odiseo y a los otros que habían permanecido en el barco.
Odiseo partió solo al rescate de sus hombres. En el camino se le cruzó Hermes que le mostró la planta moly (μῶλυ), que le serviría para protegerse del encantamiento.[4]
Cuando Circe no pudo convertirlo en animal, Odiseo la obligó a devolver la forma humana a sus hombres. Circe acabaría enamorándose de Odiseo y lo ayudaría en su viaje de regreso a su tierra después de que él y su tripulación pasasen un año con ella en su isla.
Circe sugirió a Odiseo dos rutas alternativas para volver a Ítaca después de bordear la isla de las sirenas: o bien dirigirse hacia las «rocas errantes» (las dos rocas Simplégades, llamadas de forma parecida en las notas de viaje del Chou Ju-kua en el siglo XIII) o pasar entre la peligrosa Escila y el remolino de Caribdis (zona normalmente identificada con el Estrecho de Mesina).[5]
Casi al final de su Teogonía (1011f), Hesíodo cuenta que Circe tuvo tres hijos de Odiseo: Agrio (por lo demás desconocido), Latino y Telégono, quien gobernó a los tirsenos, es decir, los etruscos.[6]
Los autores posteriores suelen nombrar como hijo de ambos únicamente al último, que, cuando alcanzó la edad adulta, fue enviado por Circe a buscar a su padre, que había regresado mucho tiempo antes a su hogar; pero al llegar, Telégono mató a Odiseo por accidente, y llevó su cuerpo de vuelta a Eea junto con la viuda, Penélope, y el hijo, Telémaco. Circe los hizo inmortales, y desposó a Telémaco; Telégono se casó con Penélope.
Dionisio de Halicarnaso cita que Xenágoras el historiador afirmaba que Odiseo y Circe tenían tres hijos: Romo, Antias y Árdeas, epónimos de las ciudades de Roma, Anzio y Ardea, respectivamente.[7]
Se dice que Circe también purificó a los Argonautas por la muerte de Apsirto, lo que puede ser una tradición arcaica.
En historias posteriores Circe llevaba a cabo otras transformaciones. En una convirtió a Pico en pájaro carpintero por rechazarla en amores. En otra amaba a Glauco y él juró amor eterno a Escila, que fue convertida por la diosa hechicera en una criatura monstruosa con doce patas enormes, seis cabezas serpentinas y la cintura rodeada de cabezas de perro. En la Odisea, Circe avisa a Odiseo del peligro que supone para él y para sus hombres esta Escila.